In•ter a•li•a: El regreso de At the Drive-In

At the Drive-In es una banda que siempre provoca algo cuando su nombre es mencionado, por todo lo que el nombre conlleva. La más obvia para lo menos enterados, fue el punto de partida para Omar y para Cedric para todo lo que demás que ese dúo ha logrado en su legado.  Y esta banda siempre ha sido diferente a todo eso en un punto muy particular. Siempre ha sido Omar el líder -en Mars Volta le reconocía a Cedric que ellos eran la banda, el colectivo The Mars Volta era otra cosa-, siempre la figura central de la composición y de la banda. Excepto ésta.

Esta es la banda de Cedric y de Jim Ward. Ellos fueron los que empezaron todo, Omar se unió a ellos. Incluso en su primer trabajo con la banda, el tenía al bajo a su cargo, ya que Adam Amparan era el guitarrista de la banda. Eso es importante porque es la razón por la cual esta banda tiene su propia personalidad, sus propios logros. El LP Relationship of Command que los lanzó al mainstream no solo es uno de los mejores álbumes del género o de la época, tiene unos de los mejores discos de rock. Sencillo.

Por eso se mitificaron tan rápido, ese disco es del 2000 al 2001, se estaban separando y empieza la historia que ya es dominio público. La mitad se volvió The Mars Volta y la otra mitad se hizo Sparta. Tocaron entre ellos, más proyectos, más bandas, pero siempre estuvo ese recuerdo de At the Drive-In.

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Por eso, 17 años después de que la banda rompió, nos dieron gira para presentar in•ter a•li•a, mucho ha cambiado desde entonces. Se nota en la energía, no es que carezcan de ella, se escucha más enfocada. Sus primeros trabajos parecen que gritaban a todos lados, que la música salía en todas las direcciones. Con tanto tiempo no puedes mantener el mismo nivel de energía, pero se suple con madurez y si se puede, todavía son mejores músicos que antes.

Cedric en la voz y en las letras, filoso, hablando de temas más allá del espectro acostumbrado, como en «Incurable Innocent», donde el mismo comentó que trata sobre por fin poder hablar sobre el abuso sexual, después de tanto tiempo. Demostrando un manejo en los tempos para las letras, como en «Black Broken Arrow» donde conjuga todo lo anterior en las partes frenética, como esta parte en particular:

«Pacing every seizure, digging spurs into his chest
He whips himself into the keys, «I am the new-born philistine!»
Because the choice of his disease is your demise
To get the hell out of here, he’s the prince of far-gone»

En lo demás, Omar Rodríguez-López en la guitarra -y producción- Keeley Davis en la otra guitarra, Paul Hinojos en el bajo y Tony Hajjar en la batería. Todos expertos consumados en la música, estando en incontables bandas todos. Pero no se siente como un montón de músicos que se aventaron un jam -esa es más bien Gone If Gone, donde Hajjar también toca la batería-.

Esto es diferente, se escucha esa camadería, se notan las ganas de volver a tocar juntos, de querer hacer música porque quieren y no porque necesitan. El que es la cruz de todas las bandas que regresan después de mucho tiempo, donde solo te quedas pensando que hubieran hecho la gira sin material nuevo, porque, por qué esas ganas de manchar el legado.

No es el mejor del corto catálogo, porque el anterior dejó la vara muy alta, con un clásico a temporal. Pero el sabor de boca es bastante bueno, de como una banda pueda madurar más que evolucionar, porque también pueden acoplar el sondio a esta etapa de sus vidas sin forzar otra cosa.

 

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