Fotos: OCESA/liliana Estrada
El día de ayer no fue un concierto más. Fue una de esas noches que se quedan tatuadas en la memoria emocional de quienes viven por y para la música. Pretenders llegó a México como lo hacen las leyendas: sin necesidad de exageraciones, con la actitud rebelde que los ha hecho eternos, con la potencia intacta y con Chrissie Hynde al frente como esa figura feroz, elegante, provocadora y profundamente humana, que canta con el alma y te mira directo al pecho.

Desde que salió al escenario con una camiseta que gritaba “Pinche México, te amo”, supimos que lo que estábamos a punto de vivir no era una presentación más. Era una declaración de amor. Era un reencuentro íntimo con un público que nunca ha dejado de amarlos.
El arranque con Hate for Sale fue una bofetada de energía. Chrissie no pide permiso para tomar el escenario; lo conquista. Le siguió Turf Accountant Daddy, con ese ritmo vibrante que hace mover las piernas aunque uno no quiera. Y entonces llegó el primer suspiro colectivo: My City Was Gone, esa canción que parece escrita desde la nostalgia eterna, con una línea de bajo que Nick Wilkinson ejecutó con una precisión que corta el aire.

Kid fue uno de esos momentos donde la voz de Chrissie acarició a cada uno de los presentes. Hubo quienes lloraron en silencio; otros cantaban con los ojos cerrados. Private Life llegó cargada de sensualidad y enojo contenido, mientras que Don’t Cut Your Hair se sintió como un guiño a la libertad y la irreverencia que siempre ha definido a la banda.
Con Night in My Veins, la energía volvió a subir, y Thumbelina trajo un aire fresco, casi de carretera americana, con ese toque jangle pop que se sintió como un abrazo. Luego, Biker tuvo que reiniciarse por un pequeño problema técnico, pero eso no restó nada; al contrario, mostró a una banda viva, conectada, real.
Y entonces llegó Back on the Chain Gang. No hay palabras suficientes para describir lo que pasó en ese momento. Las voces del público se unieron como un coro multitudinario, y Chrissie se dejó llevar por esa vibración colectiva que solo se da en las noches mágicas. Boots of Chinese Plastic y Junkie Walk mantuvieron esa energía punk, cruda, deliciosa.
Let the Sun Come In fue esperanzadora, luminosa. Una pausa en medio del viaje para respirar profundo. Don’t Get Me Wrong fue, sin duda, uno de los puntos más altos. La canción explotó en miles de gargantas que cantaban a todo pulmón. Fue romántico, alegre, simplemente hermoso. Time the Avenger cerró con fuerza la primera parte del show.Pero la noche no había terminado.
En el primer encore, Message of Love y Precious fueron un recordatorio de que Pretenders es una banda que no ha perdido ni un ápice de garra, de filo, de actitud. Y entonces, cuando ya parecía que el éxtasis no podía subir más, llegó el segundo encore con I’ll Stand by You.
Y ahí, México entero se rindió.

Hubo parejas abrazadas, amigos llorando, gente mirando al cielo con el corazón en las manos. Chrissie no solo cantó, se entregó. Nos recordó que el amor también es una forma de resistencia. Que estar ahí, acompañando a alguien, es a veces el acto más rockero de todos.
Mención aparte merece el resto de la banda: James Walbourne en la guitarra fue simplemente brillante, con solos precisos, emocionantes, sin buscar protagonismo pero llenándolo todo. Y aunque no tengo el nombre del baterista, su fuerza fue demoledora. Y claro, el ingeniero de audio… ese quinto Pretender invisible que hizo que todo sonara perfecto. Gracias.
Un colega y amigo menciono por ahi: “Le falta tiempo al año, pero este ya se perfila como uno de los mejores conciertos de 2025”. Y tiene razón. Fue musicalmente impecable, emocionalmente poderoso, profundamente humano. Fue una noche solo para Pretenders. Y la necesitaban. Y nosotros también.