31 Minutos en el Metropólitan: ¿quién dijo sólo niños?

Había que ver con los propios ojos. Tres sold outs, filas larguísimas desde las 12, una aglomeración de vendedores ofreciendo el último producto del programa conducido por Tulio Treviño. Y todo para una banda que tiene humor de niños, hace música para niños, pero llega a todas las edades. Se trató del show de 31 minutos, el noticiero más famoso de la tele, en la presentación de su gira Tremendo Tulio Tour.  

Pantallas llenas de colores, una historia inverosímil, momentos absurdos, y muchos números musicales convierten al show, en uno ideal para los más chicos que llegaron al teatro con sus playeras de «Bailar sin César», sus Micos Micófonos, sus Bodoques y Juanines miniatura. Canciones como»Ratoncitos», «Doggy Style» y «Mi equilibrio espiritual» pusieron a mover las cabecitas humanas y de peluches por igual.


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Pero, hay algo sensacional en 31 minutos, que escapa a un solo público. Sólo eso explica porque, en muchos momentos, eran los padres los más emocionados y los que levantaban las manos. O que a mi lado, una chica, con un piercing en el labio y que se sabía todas las canciones, se emocionara al escuchar los primeros indicios de «El dinosaurio Anacleto» cómo si fuera la canción de su vida.

Los músicos, que comparten el espacio con las famosas estrellitas peludas, saben muy bien cómo transmitir mensajes y elevar los ánimos. Saben, también, enseñar a los chicos la tolerancia hacia la música en todas sus formas. Por eso, pasan del hip hop de «Amurrao», a la balada de «Son Pololos», a la psicodelia de «Lala», o al pop con ritmos africanos de «Arwrarwrirwrarwro».

 

 

 

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No faltaron los solos de guitarra, la improvisación lírica o los momentos parecidos al rock de estadio, con la clásica «Yo nunca vi televisión».  Incluso, la agrupación chilena se dio el lujo de coverear a Juanga con «Querida» y de concluir su concierto (entre papeles de colores) con un digno tributo al mismísimo rey, Freddie Mercury.

Así, quedó demostrado que, cuando se trata de 31 minutos, no hay límite de edades. Cualquiera puede «hablar como idiota», brincar como lombriz, o ser un ratoncito.


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