Festival de Jazz de Polanco: faltó la explosión

Fotografías: Anette Eklund

Con las dos ediciones que cuenta cada año, no es difícil imaginarse que el Festival de Jazz de Polanco en invierno esté igualmente expuesto al frío como en su edición de primavera lo está al calor. El Teatro Ángela Peralta cuenta con una estructura singular; una cúpula que corona y débilmente protege al escenario, una inmensa cávea y vomitorios  que conectan con la parte posterior. Una suerte de proscenio circular y un escenario austero. Una estructura notablemente desgastada por la intemperie, los cojines proporcionados por los organizadores poco ayudan a conseguir la comodidad de los asistentes. Pero ese no es el mayor de los problemas, sino el sol inclemente. Cada asistente debe buscar el mejor remedio para combatir la temperatura, las sombrillas son buena opción, pero se corre el riesgo de obstruir la vista del asistente que se encuentra detrás.

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Cuarteto Emergencia

Pero, ¿qué reúne a miles de personas (esto es más notable conforme el sol se oculta en el horizonte) en esta octava edición del Festival de Jazz de Polanco? Es difícil saberlo. Sin embargo es notable la diversidad de asistentes; así como en el cartel de proyectos anunciados, el público concentrado en las gradas no era de una sola procedencia. Bajo los incontables lentes de sol se podían adivinar ciudadanos del mundo que esperaban. A diferencia de otros festivales de jazz, el de Polanco es el más tranquilo; quizá por la disposición del escenario, quizá por las propuestas presentadas, pero era más notable la pasividad del público, por lo menos en los primeros actos. En el primer día, la lamentable ausencia de Miguelo Delgado fue sustituida con un proyecto improvisado: el Cuarteto Emergente (o Emergencia?)

En el primer día, antes de que el sol se ocultara, Ricardo Benítez Quinteto logró ponerle algo de sabor al festival y no es sorpresa, su personalidad se reflejó en los acordes que hacía sonar con su flauta transversal. Sin embargo, de los actos más gustados fue el del bajista Marcos Mendoza y el proyecto conjunto de Ilan Barlavi con Los Sónex, que cerraron el sábado.

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Marcos Milagres Quinteto

Para el segundo, el pianista mexicano Alex Mercado acompañado de Rob Dugay, hizo su magia acostumbrada, pero más tarde, en el mismo escenario, el maestro Héctor Infanzón estuvo presente; es difícil decir cuál presentación fue mejor. La belleza colombiana de Urpi Barco Quinteto aportó otra propuesta a este festival. Betuco’s Wet Paint (o solo conocidos como Wet Paint) cerró el segundo y último día con un ritmo animado.

Pero faltó la explosión. En este festival se siguió una línea que poco aportaba a la improvisación; y es esa la clave que mantiene al jazz contemporáneo vivo (salvo el proyecto de Betuco’s Wet Paint). Faltó la pieza memorable y el desborde de energía; el baterista Enrique Nativitas es una promesa en este aspecto, pero faltó la entrega. Quizá sea mejor en la próxima edición

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Marcos Milagres Quinteto
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